Por muchos años Héctor Suarez a sabido, ante todo, ser fiel a si mismo, a cuidar esa identidad como hombre y como artista que esta por sobre cualquier otra, porque finalmente pintar no es otra cosa que una manera de ser, tan agradable y natural como tomarse un buen café.
En algún momento renuncia a la narrativa para merodear los linderos de la pureza a través de acidas y muchas veces azufradas tonalidades que se extienden tintóreamente sin pretensiones volumétricas ni matericas, sino mas bien confrontacionalmente sintéticas, hacia limites definidos, cortantes pero ligeros. La única figura que se apodera del espacio da origen al ordenamiento de los campos, al redoble del color, a la sensualidad del movimiento, es decir en suma, a ser ese Héctor que tanto aprecio y extraño".
Juan Aponte.
Manhattan, New York,
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